sigue haciendo si eso te hace feliz
Los detractores existen y existirán. Ya se sabe. Dentro de esta definición encajarían a la perfección todos a los que les molesta de una u otra manera que podamos HACER.
En algunos foros de internet el silencio de los escritores de renombre me recuerda que hacen la vista gorda y dejan a sus lacayos expulsar—que no decir—las compartidas opiniones que subyacen en su subconsciente. Arropados por sus seguidores, estos les proporcionan la plataforma perfecta para dar rienda suelta a toda clase de despropósitos.
Con las respuestas, dejan en evidencia sus carencias al intentar imitar un estilo de perro flauta, forzado, y antinatural en muchos casos para marcar la diferencia entre la cultura oficial y la nueva ola que se lanza a publicar al tun tun.
Si bien es cierto que las diferencias existen, el mercado también marca las preferencias. Parto de la premisa de una entrada ya publicada en el blog Por dónde empezar. Parte primera, pero también creo en las oportunidades y en el aprendizaje. Que algo no me interese no significa que no merezca esa oportunidad. Ante todo creo en los sueños y en hacerlos realidad.
Esa ironía sana la encontré en un artículo que me ha llevado cinco horas recuperar. He tenido que pasar página a página mis desordenados y cochambrosos cuadernos para dar con el artículo en cuestión que creo imprescindible. Es irónico, inteligente y tremendamente útil.
El texto es de Eduardo Alonso. Un artículo titulado Utilísimas instrucciones para redactar TC ( textos de contraportada ) que podéis encontrar completo en el blog de Mariana Eguaras , y también algunas referencias al tema en el blog de dominicanaenmiami.com .
La ironía, si apunta al objetivo de enseñarnos de golpe todo lo que no debemos hacer, al final, consigue ese objetivo aunque sea a regañadientes. Penetra en la piel como una buena crema hidratante porque la dejamos pasar. Le abrimos la puerta de lo que debemos evitar.
Sin embargo, el sarcasmo sobrepasa los límites. Es una burla sangrienta, un grado superior de ironía mordaz y cruel con un único objetivo: Ofender y maltratar. Es ahí donde me defiendo y me visto de Lady Marian. Siento la necesidad de acompañar a Robin Hood, no para robar, sino para oponerme al edicto real dictado por unos cuantos que se consideran los Reyes; porque cuando opinan no consideran a esos pocos dignos de su encorsetado círculo cultural.
Tengo que confesar que utilicé estas instrucciones con el fin irónico que el autor pretendía.
También se puede utilizar la ironía constructivamente. A fin de cuentas cada uno hace los homenajes como le place.