¿Eres fiel a tus propositos?
Adjunto un maravilloso dialogo del escritor Xavier Velasco.
—¿Y por qué no lo compartes?
—Por los metadatos, la capacidad, una nueva brecha- por no decir precipicio-, en el dominio de algo que desconozco…
Podría llenar esta entrada con los «peros», pero seamos constructivos, si estamos aquí es porque nos gusta leer, pues eso…
Disfrutad con la lectura. Me ha enseñado disciplina, constancia, y sobre todo a respetar y obedecer mis propios objetivos.
He pasado demasiados años distraída, convencida de la magia, la fortuna, la varita o la lámpara. Ahora apechugo encantada porque sé desde que era una niña, que esto es lo que quiero hacer. Al margen del cómo, tengo la oportunidad de hacerlo ahora.
Ayer se quedó allí, en el silencio cobarde, en el ojalá fuera, en «mañana puede ser diferente», en los sueños que abofetean la realidad. Me pongo al frente y dirijo mis pasos. Mañana puede que sea otro camino, la vida es así…
Comparto este regalo:
«El momento en el que uno toma la resolución de aplicarse a escribir una novela, es como esas cabañas donde se juntan varios forajidos para revisar los mapas y los planos del banco que proyectan asaltar.
Una vez que te dices mañana empiezo, sabes que recular es impensable; si jalaste el gatillo te toca apechugar.
Me enseñé a respetar las resoluciones a los diecinueve años a bordo de un avión destartalado. Iba a ser mi primer salto en paracaídas, así que dije mira pinche Javier, si no saltas ahorita nunca vas a escribir una novela. Resuelvo el día y la hora del comienzo, y resuelvo los términos de la resolución. No son buenos deseos, es un contrato serio que estoy firmando conmigo mismo. Una resolución no es una promesa ni una profecía ni una apuesta. Una resolución es un gran incidente, algo que ya ocurrió y cambia totalmente las reglas del juego.
El novelista es como el forastero medio muerto que se escapa del pueblo dentro de un ataúd, se encierra en una cueva y prepara un regreso con dinamita y plomo.
«No hay peor infierno que el de los miedosos». El último en morir.
Si no se apura uno a ponerle los rieles al entusiasmo la idea se desinfla y se emborrona como el recuerdo de una noche loca. Empezar a escribir una novela implica arrebatarle varias horas a tu día, imponerte una cuota fija de páginas. Cualquier cosa menos que eso es un chiste a costillas de su autor. No suelo hablar de una resolución antes de haber echado andar la maquinaria, cuando me consta que no hay marcha atrás.
¿Qué podría perder si me echo para atrás, cuando ya había tomado la resolución?, perdería gran parte del prestigio que pudiera tener ante mí mismo. Sabes que tu negocio va en picada cuando ya no respetas tus propias leyes.
«Me acomodan la deuda y el compromiso porque me imponen límites que no me atrevería a traspasar». El último en morir.
Y en las horas que siguen a la resolución me dejo alborotar por la cosquilla del cuaderno y la tinta precisos como otros buscarían la pistola y las balas. Quienes vivimos de contar mentiras sabemos que los números no mienten. Como iba a estar seguro de que salen las cuentas sin el chicote honesto del calendario. No importa si es bonito, cursi o anodino basta con que haya espacio suficiente para el número mágico de cada día, como si fuera un álbum de estampitas.
¿Qué pasa si este miércoles no puse la estampita? Pasa que me tocó trabajar en domingo, la otra opción es hacerme trampas solo. Siempre que me regaño en mi trabajo no me bajo de imbécil, estúpido e inútil. Es cuestión de uno mismo saber estimularse. Si yo fuera mi empleado ya me habría despedido. Si fuera mi patrón ya me habría ido a la huelga.
Ya ese forcejeo íntimo yace en las novelas. El crecimiento diario del manuscrito es la medida exacta de mi poder de resolución.
«En términos precisos, diría que mi angustia existencial desaparece al fin de la tercera página. Antes de eso es la guerra y voy perdiendo».
Existe en este juego, es que yo sé que puedo perder, por eso digo que no puedo perder. Cuando termina el mes y veo al fin la página del calendario llena, puedo decir que el manuscrito lleva el paso de una locomotora y que yo soy esa locomotora.
Para hacer una cosa que es más grande que tú tienes la obligación de ser mejor que tú.
Dije que iba a escribir una novela y eso quiere decir concretamente que el fin del mundo puede esperar.»
« Una de las claves para dejar un texto y regresar a él es dejarlo en un punto donde sabes que algo está por pasar». Sam Shepard.