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Quién no te conozca que te compre

 

No nos atrevemos a asegurarlo, pero nos parece y queremos suponer que el tío Cándido fue natural y vecino de la ciudad de Carmona.

Tal vez el cura que le bautizo no le dio el nombre de Cándido en la pila, sino que después todos cuantos le conocían y trataban le llamaron Cándido porque lo era en extremo. En todos los cuatro reinos de Andalucía no era posible hallar sujeto mas inocente y sencillote. El tío Cándido tenía además muy buena pasta. Era generoso, caritativo y afable con todo el mundo. Como había heredado de su padre una haza, algunas aranzadas de olivar y una casita en el pueblo, y como no tenía hijos, aunque estaba casado, vivía con cierto desahogo.

Con la buena vida que se daba se habla puesto muy lucio y muy gordo. Solía ir a ver su olivar, caballero en un hermosísimo burro que poseía; pero el tío Cándido era muy bueno, pesaba mucho, no quería fatigar demasiado al burro y gustaba de hacer ejercicio para no engordar mas. Así es que había tomado la costumbre de hacer a pie parte del camino, llevando el burro detrás asido del cabestro. Ciertos estudiantes sopistas le vieron pasar un día en aquella disposición, o sea a pie, cuando iba ya de vuelta para su pueblo. Iba el tío Cándido tan distraído que no reparo en los estudiantes.

Uno de ellos, que le conocía de vista y de nombre y sabia sus cualidades, informo de ellas a sus compañeros y los excito a que hiciesen al tío Cándido una burla. El mas travieso de los estudiantes imaginó entonces que la mejor y la mas provechosa sería la de hurtarle el borrico. Aprobaron y hasta aplaudieron los otros; y, puestos todos de acuerdo, se llegaron dos en gran silencio, aprovechándose de la profunda distracción del tío Cándido, y desprendieron el cabestro de la jaquima. Uno de los estudiantes se llevó

el burro, y el otro estudiante, que se distinguía por su notable desvergüenza y frescura, siguió al tío Cándido con el cabestro asido en la mano.

Cuando desaparecieron con el burro los otros estudiantes, el que se había quedado asido al cabestro tiro de el con suavidad. Volvió el tío Cándido la cara y se quedo pasmado al ver que, en lugar de llevar el burro, llevaba del diestro a un estudiante.

Este dio un profundo suspiro y exclamó:
—Alabado sea el Todopoderoso.
—Por siempre bendito y alabado—dijo el tío Cándido.
Y el estudiante prosiguió;
—Perdóneme usted, tío Cándido, el enorme perjuicio que sin querer le causo. Yo era un estudiante pendenciero, jugador, aficionado a mujeres y muy desaplicado. No adelantaba nada. Cada día estudiaba menos. Enojadísimo mi padre, me maldijo diciéndome: eres un asno y debieras convertirte en asno.

Dicho y hecho. No bien mi padre pronuncio la tremenda maldición, me puse en cuatro pies sin poderlo remediar y sentí que me salía rabo y que se me alargaban las orejas.
Cuatro años he vivido con forma y condición asnales, hasta que mi padre, arrepentido de su dureza, ha intercedido con Dios por mi, y en este mismo momento, gracias sean dadas a su divina majestad, acabo de recobrar mi figura y condición de hombre.

Mucho se maravilló el tío Cándido de aquella historia, pero se compadeció del estudiante, le perdono el daño causado y le dijo que se fuese a escape a presentarse a su padre y a reconciliarse con el.
No se hizo de rogar el estudiante, y se largo mas que de prisa, despidiéndose del tío Cándido con lagrimas en los ojos y tratando de besarle la mano por la merced que le había hecho. Contentísimo el tío Cándido de su obra de caridad se volvió a su casa sin burro, pero no quiso decir lo que le había sucedido porque el estudiante le rogo que guardase el secreto, afirmando que si se divulgaba que el había sido burro, lo volvería a ser o seguiría diciendo la gente que lo era, lo cual le perjudicaría mucho y tal vez impediría que llegase a tomar la borla de Doctor, como era su propósito.

Paso algún tiempo y vino el de la feria de Mairena. El tío Cándido fue a la feria con el intento de comprar otro burro. Se acerco a el un gitano, le dijo que tenia un burro que vender y le llevo para que le viera.
Que asombro no seria el del tío Cándido cuando reconoció en el burro que quería venderle el gitano al mismísimo que había sido suyo y que se había convertido en estudiante.

Entonces dijo el tío Cándido para si;
—Sin duda que este desventurado, en vez de aplicarse, ha vuelto a sus pasadas travesuras, su padre le ha echado de nuevo la maldición y cátale ahí burro por segunda vez.
Luego, acercándose al burro y hablándole muy quedito a la oreja, pronuncio estas palabras, que han quedado como refrán;— Quien no te conozca que te compre.


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