Solo miraba...
Quisiera alcanzarlas. Parece que si alargo mis brazos, los dedos podrán enredar esas decenas de masas esponjosas.
Cientos de pedazos de algodón arrancados a tirones y pegados en la manualidad de una infinita cartulina celeste.
Sin apartar la mirada aunque me deslumbre, contemplo como siguen su camino.
Solo se desplazan, sin apelotonarse ni deformarse, y alguna, con un intenso color grisáceo contiene el llanto y a pesar de su peso, aligera el paso para no rezagarse.
Me gusta. El suelo mojado, el aire limpio, el ambiente frío.
Es como pasar la página de un libro nuevo y oler a inmaculado y a comienzo.
Ayer quedó tan lejos como las nubes que busco mientras he dejado de fijar la mirada en ellas, para plasmar en esta hoja también blanca, la belleza de la belleza.