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Confesión

¡Me gustaba tanto escuchar el rasgar del lápiz sobre mi corazón!
Arañar sin sutileza ni recato. Santiguarme recorriendo el rostro dejando caer mi mano hasta la cruz que confieso mi pecado.
Humedecías algo más que mis ojos atormentados.
Lloraban tu ausencia.
 Lloraban tu ausente presencia.
Equivocaron mis lágrimas el camino, y los traspiés de mis pasos me arrastraron hasta el acantilado donde solo oía como mi cuerpo se golpeaba en caída…Libre.
Magullada por dentro y por fuera me lamía las heridas; abanicaba el dolor que anestesiaba con el sonido de los versículos.
Necesitaba elevar la queja y mi suplica hasta tu imagen.
Guarecida en la capilla, bajo llave, custodiada en el sagrario, siento la generosidad de ofrecerla en comunión.
Comer las palabras que me alimentan y tragar los remordimientos y el arrepentimiento. Beberme tus ojos y tu olor, y sufrir la penitencia que por más que me arrodille y pida perdón, se eterniza cada vez que vuelvo a pecar al pensarte. 

Mar Martínez

@marprojo

Es  uno de los  capítulos disponibles en la  vista previa de mi segundo  libro  22 gramos.

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