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El beso

 

Ayer vi una película romántica, de esas que descubres por casualidad. Una del montón que pasará sin pena ni gloria y que la mayoría usamos como una `nana´ para disfrutar la `siesta´ nacional ¡Qué ahora imitan hasta en Japón!

Perdón por el inciso, pero como todos los tópicos, el origen de la siesta dista mucho de ser española.
Su origen latino `sexta´ hace referencia al período comprendido entre la 13:00 y las 15:00 ya en la época romana. Lo que no voy a negar, es que las copiosas comidas españolas ayudaron a su expansión.
El estómago necesita más sangre, y eso provoca que el sistema nervioso para ayudar al digestivo baje la guardia; la consecuencia está clara, la somnolencia no deja títere con cabeza, ( como diría don Quijote en su segundo libro en los capítulos XXV Y XXVI) y  la mayoría terminarnos doblándola y sucumbiendo sin tanto destrozo. 
Por desgracia, otros acontecimientos mas tristes ,como la Guerra Civil Española,  aportaron su granito de arena. El pobre ciudadano de a pie necesitaba varios trabajos para subsistir por lo que recurría al mediodía para comer, descansar y seguir adelante.

Como iba diciendo, estábamos en la película mediocre que resultó no serlo tanto. La historia de fondo terminó atrapándome, y el resorte de la memoria consiguió desengancharme para adentrarme en los principios de la mía. Demasiado breve para estos tiempos que corren, pero la única que puedo contar.

¿Recordáis cuando teníamos quince años? ¿ Esa inocencia del corazón?
¿ Cuando temblábamos con solo una mirada?, ¿ cuando todo en nuestro interior se agitaba o se desmoronaba por lo que ahora , al recordar, creemos que no es nada…?
Pienso que si ahora, con la experiencia acumulada pudiera volver atrás, no sería la que ahora escribe; por eso, no cambiaría ni una coma de mi vida, y por eso, cuando me recuerdo, intento ser benevolente, porque somos una consecuencia de nuestro pasado en mayor o menor medida.

De niños nos dejamos moldear como barras de plastilina. La educación del entorno escolar , familiar o sentimental. Un mundo desconocido en el que el cuerpo se rebela contra las formas que apuntan a un físico que nos cambia para siempre. Nos guste o no…
Recuerdo un cambio brusco de niña a mujer; explicado entre risas por dos de mis hermanas mayores que se creían adultas.
Recuerdo una época de mi juventud en la que no fui consciente de la atracción que despertaba entre algunos jóvenes, que no tenían nada que hacer, porque la educación estricta de mis padres terminaba siempre con frases como «los hombres solo van a lo que van» ¡Puede que mis padres tuvieran una parte de razón!
Recuerdo un primer beso desagradable y pegajoso, y otros que consiguieron que cientos de cosquillas ascendieran por mi espalda hasta llegar a escuchar fuegos artificiales.
Recuerdo los labios entregados, acurrucados en el escalón de un portal con los ojos muy cerrados.
Y me gusta recordar porque pasan los años y la nueva versión de mi reserva un hueco a esa niña que consigue sobrevivir. A la que le encanta la vida, recordar, mirar alrededor y sonreír.

Y diréis ¿Y porqué? Y yo diré ¿Porqué no?
Es una pena desaprovechar la oportunidad. Mañana puede que haya otra… o no…

Recuerdo besos dibujados en la pupila, el beso profundo de un lento pestañeo; los besos al aire que recogía al cruzarme envueltos en perfume , los besos dibujados con palabras.
Los besos que sin ser besos degustaban el sabor de la carne; los besos castos en la mejilla que se resistían a marchar tatuando el deseo con su calor; y sobre todo, recuerdo los interminables, los soñados.
Los besos que después de descubrirse envueltos en el halo de misterio, se reinventan. Los que se acercan y alejan pero jamás se conquistan. Los besos libres que viven siempre por primera vez; los besos revelados en la fugaz dicha que se evapora entre sueños permanentes.

Y te vuelvo a mirar desde la distancia del día, y me gusta alejarme para que persigas mi sabor.
Y quiero volver a recordar para vivir el día en que pasé a descubrirte; para tenerte esta noche y después perderte de nuevo, y así, empezar otra vez, y otra vez, y luego…
¡Qué mas da luego!
Estás ahí cada noche, con una luz distinta; el protagonista de un principio inocente y apasionado.
Tu sabes a donde vienes, y yo, donde quiero dormir…
A tu lado…
Sales del escondite del ensueño y me dejo mecer…
¿Acaso recordamos las pesadillas conscientemente? Elijo la duda y elijo el sueño.
Corro a descubrirte mejor que ayer cuando te perdí, porque cada noche ajusto la versión que encaja con esa mujer que a veces involuciona. La mujer que va, la niña que regresa; se tumba, aprieta los ojos y espera dormida ,como la Cenicienta, que despierte la mujer convertida en princesa pero siempre , siempre, siempre… niña.

Termino de escribir; en la pantalla, la imagen inmóvil de los protagonistas ¡Ventajas de la técnica!
El plano de una despedida a la puerta de una casa, los dos con los ojos cerrados, con los labios a punto de rozarse, a la espera de descubrir la carne. El momento en que aún  se  desconocen.
Y en los míos, elijo la duda, elijo el sueño.
¿Acaso recordamos las pesadillas conscientemente?

La historia universal alimentada cada día, en movimiento. Yo caminando hasta ti , tu vienes a mi encuentro. En el parque, en la puerta, en la cama; en la pared, en la playa, en la ventana; en el espejo, en las estrellas, en el cielo. En la nuestra, jamás se detiene el tiempo.

Mar Martínez

@marprojo

 El amor es el espacio y el tiempo medido por el corazón (Marcel Proust)

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