El «tic tac» de tu llamada
Tristeza del sonido que se pierde. Pasado que hoy…se ha ido. No sé si he perdido la fe o la esperanza o si acaso es lo mismo.
¡Ojalá el tiempo me perdone la torpeza de no saber contar la historia!
Necesito saber que aunque he vivido y vivo, o a veces sobrevivo, quedan por deslumbrarme despertares, minutos y horas.
El tiempo se escapa, ya cuenta con los dedos de las manos campanadas de un año que anuncia uno menos.
Tiempo, corrías a buscarme. Tus dos manecillas no podían abrazar ni abrazarme.
Horario, a todas horas en movimiento, a la búsqueda de los momentos que aunque atrase el reloj y el tiempo sin detenerse se buscan.
Siempre buscándonos, siempre; en el espacio, en los versos que dan fe que ha pasado, y en pasado suenan a presente cuando paseo mis ojos por los saltos, de cuatro en cuatro; a la misma hora muestra los signos de agotamiento que yo eludo mirando a otro lado.
Tiempo, en la diana de tu corazón te cuento que amé, que se detuvo, que la corona sin reino destronó el latido que no respiraba, que para ti ya es historia; que creí morir con solo escuchar el tic tac de tu llamada. Que ahora, el dial callado enseña los marcadores repetidos de las mismas horas.
¡Me quedan por contar tantos segundos, momentos, instantes eternos…!
Brazaletes carceleros de la ausencia. Grilletes que guían las palabras:
Donde mi carne sentía tu peso. Donde el tiempo detuvo los besos. Donde el beso de tu respiración y mi ansia se concentra en el mismo anhelo; volver o aún más, no haberme ido.
Volver y revolver, vestirnos con el cristal que nos desviste, carcasa que nos reviste y así, asirnos al pulso cómplice de once palabras.
La única cuerda que en una dirección impulsa la cordura y me estrangula cuando tu inspiración me hace eterna a pesar del tiempo; tiempo atrás, el ayer que aún hoy, me desnuda y devora.