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Hay libros que se beben

Hay libros que se beben igual que en  El Principito  la serpiente engulle al elefante; así cae el agua, a borbotones. Por un momento duele el pecho y la garganta. 
Transparente e insípida atraviesa la tráquea y la sientes llenarte inundando el ansia de saciar la sed que te obliga a tragar. Llenas el buche de palabras aparentemente sencillas y confeccionas con ellas un corazón lleno de estrellas. Las mismas estrellas que visten las virtudes del amor. Diez virtudes o quinientas mil estrellas, las que contempla Sebastián desde el cielo de África o de España cuando busca su tesoro ¡Qué más da! 
La magia habita en el interior de los corazones , en lo alto de la noche o en el silencio de las primeras horas de la mañana.
A pesar del frío invernal camino en el desierto o me abrigo con las estrellas que ahora duermen.
¡Qué fácil es beber un libro cuando el agua es cristalina y fresca!
¡¡Qué difícil teñir mis cabellos con el dorado del sol!
¡Qué sutil manera de saciar la sed en el camino!
¡Qué viaje tan intenso!

Los libros que bebo con avidez ahora reposan saciando mi sed; dentro de poco correrán como locos trenes , con el run run de sus locomotoras, ensordeciendo con el chirrido de los surcos , arrastrando mil reflexiones en mi interior; desgastando en cada curva un reproche.

Y en cada parada, el silbato y la campana despertará de nuevo la inquietud, el impulso de mejorar; de sentarme a mirar como se pone el sol, como el silencio del desierto me embelesa cada día más; como entendí como El Alquimista que siempre existe una persona que espera a otra, ya sea en medio del desierto o en medio de una gran ciudad.
Cuando estas personas se cruzan y su ojos se encuentran, todo el pasado y todo el futuro pierde su importancia por completo, y sólo existe aquel momento y aquella certeza increíble de que todas las cosas bajo el sol fueron escritas por la misma mano. La mano que despierta el amor, y que hizo un alma gemela para cada persona que trabaja, descansa y busca tesoros bajo el sol. Porque sin esto no habría ningún sentido para los sueños de la raza humana.

Y por eso, antes que como escritora, siempre, siempre, he intentado encontrar mi planeta, coser mis estrellas al abrigo de los inviernos , incluso en verano; buscar mi tesoro, seguir mi camino aunque las piedras hayan roto mis zapatos; buscar amaneceres en los que ver la luz del sol en las noches de lluvia , y rendirme solo lo justo cuando caigo desmoronada como la arena de las dunas.

No comprendía que soy dueña de mi espacio y de mi tiempo, del privilegio que ni el desierto me puede robar aunque levante cortinas de vacío y silencio, porque hasta en el desierto, el silencio se escucha, y me susurra que encontré  mi estrella, mi tesoro y mi planeta  hace mucho, aunque no miraba a mi alrededor y no supe verlo.

Mar Martínez

@marprojo

 La mano que despierta el amor, y que hizo un alma gemela para cada persona que trabaja, descansa y busca tesoros bajo el sol. 

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