Los lazos que son soga
No puedo evitarte a pesar de los años. Me acompañas como la sombra que cuando se esconde el sol, sigue a mi lado aunque no la vea. Porque el sentimiento es algo más que la percepción. Es la seguridad de saber que existes, amor. Que estás tan cerca que aunque el polvo emborrone la historia, ya no importa que mis manos te busquen dibujando en el suelo el contorno que se oculta.
Lo intenté amor, lo intenté y lo intento. Vivir sin mirar atrás, esquivándole la mirada al sol, buscando tu reflejo en la silueta que me pisa los talones; esa que soy yo, la que me persigue porque no quiere dejar de mirar allí donde fui feliz, donde creé las historias a partir de un borrón oscuro que dibujó nuestro perfil en el lecho enorme sin agua. Sedienta y cansada me escondo en los días nublados porque soy incapaz de caminar erguida. Me asusta volver la cara y tropezar. Caminar sin ti es difícil; a veces me faltan las fuerzas, las ganas de caminar. Prefiero acurrucarme en la cama, cerrar los ojos y en esa oscuridad, de tanto apretar los ojos deslumbrarme con la luz del recuerdo, y como el mago, al frotar, de nuevo surge la sombra, de nuevo la compañía, de nuevo despierta te busco, de nuevo son mis ganas las que me inspiran y no me agotan.
“…No nos dejemos engañar, porque el amor auténtico no causa ese dolor, no pone condiciones y deja espacios para ser, crecer como persona y seguir cultivando lazos con aquellos que nos son significativos y amados«.
«Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella, el viajero se deja absorber demasiado por los problemas de la escalada, se arriesga a olvidar la estrella que lo guía»
Antoine de Saint-Exupery