Te veo entre la gente
¿Hay algo más bonito que revolver el mundo de alguien? ¿Ser la niña y la mujer? ¿Su luz en la oscuridad?
Siempre seremos ese salto al vacío que no necesita mirar atrás. El sabor de la vida sin ti me sabe a rendición, a penitencia, a la decepción de la derrota cuando te alejas y la ansiedad se queda en la ropa de la cama que compartimos. Y es que sin hablarnos todo lo decimos, sin excusas dejamos que el silencio nos siga la corriente para encontrarnos de nuevo y que te mire y tú me veas siempre con esa luz tan diferente, la luz del amor; por eso, y solo por eso, te elegiría una y mil veces.
Bailemos la danza del vientre de la duda, sin escondernos, yendo de frente. Yo me arrancaré los velos que enturbian la mirada y esconden el cuerpo, y aunque el viento sople fuerte, me arremolinaré a tu alrededor; y tú, envuélveme en la seda de tu piel. Deja que me impregne de tu olor. Levántame hasta el ojo de ese huracán y toquemos el cielo, que ya las cálidas aguas nos evaporaron hace mucho tiempo hasta el infinito del deseo y la tentación. La mujer y la niña, las dos, revuelven el mundo por dentro del ojo de esa tormenta para encontrar la calma en el vaivén de tus manos consolándome contra el pecho; en la marea incomparable de aprisionarme en el lecho, y a pesar de la cadena, dejarme llevar hasta tu velero anclado a donde me quieras llevar… Si quieres… al mismo cielo.
Me abriré en canal y me entregaré sabiendo que, apretados en la inquebrantable confianza, no me abandonarás en Alta mar. ¿Hay algo más bonito que te revuelvan el mundo? ¿Qué olvides la lógica y la razón? ¿Qué la necesidad de amar se imponga al miedo y a la indecisión? ¿Qué no se transformen tus errores en mis defectos? ¿Qué luches contra corriente a riesgo de perder el norte para vivir en la cruz del corazón? Si, o no…Porque el amor también tiene aristas que espolean la calma, porque pone patas arriba tu mundo y cuando llega al final, como en el terraplanismo, alcanza el límite del mundo conocido y caes al vacío desconocido de la soledad.
El vértigo del amor es otra clase de caída y tiene sus síntomas, como una enfermedad; comienza con un salto en paracaídas; después, lo reconoces en el revoloteo de los pajarracos en el estómago, arrancando las entrañas, comiéndote el interior; en el temblor de las piernas, en el pellizco del corazón; en el sonrojo que desnuda el disimulo, en el miedo de no comprender el temblor.
Cada palabra cobra un sentido nuevo, cada mirada ilumina un arco iris sin sol. En cada segundo que compartes, aunque sea el silencio, desde lejos, desaparece la distancia y sientes que puede tocarte el pensamiento y encenderte el cuerpo con su presencia, como el mago traspasa el vidrio de la botella para apagar el fuego en el mundo de la ilusión.
Quién ha amado sabe que nunca podrá olvidar lo vivido, porque no es sencillo enamorarse, es un regalo privilegiado que no está al alcance de la voluntad. Pero, si alguna vez te dicen que no eras lo que imaginaron y surge la decepción-que no es más que la antesala del desamor-, no olvides que en algún momento fuiste diosa, reina de corazones, que no había carta más alta ni mandataria con más alma; que mujer o niña regalaste tu mejor versión. No temas si no hay segunda oportunidad, porque fuiste y eres la misma, y tu mundo, revuelto por dentro, solo necesita encontrar otra oscuridad que iluminar para volver a brillar de nuevo, seguramente, más y mejor; si crees que el destino así lo quiso, que todo está predestinado, como dice Stephen Hawking ¿Por qué antes de cruzar miras a ambos lados? Y si hay segunda oportunidad, ¿no opinas que es un pecado no regresar?
Sea como fuere, la vida tiene dos caras, como la moneda a la que acudimos en su ayuda al tomar una decisión porque la juzgamos ecuánime e imparcial. ¡Cuidado! También aquí existe el engaño; hay factores que desconocemos que favorecen al azar. La cara que este arriba al lanzar tendrá más probabilidad, tampoco volará sobre un eje horizontal: el dedo, el giro de la mano, volcará hacia un lado la moneda y decantará la victoria.
Eso es el amor, el impredecible encuentro entre el azar, el destino y una inexplicable conexión. Así que si has probado el néctar de los dioses, la rica ambrosía de la inmortalidad, no importa si has comido o bebido de su fuente, nada impedirá que se corrompa el anhelo de salir en su busca ni de cerrar los ojos para saltar de nuevo al vacío sin mirar atrás, a pesar del miedo y la indecisión, para empezar de nuevo. ¿A que eso es lo más difícil? ¿A que ese es el verdadero reto? Olvidar el salto anterior…